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En Esperanto

Discurso del 4º Congreso de Esperanto

celebrado en Dresde (Alemania)

el día 17 de agosto de 1908

¡Señoras y señores!

Al aparecer ante ustedes como introductor tradicional de los congresos de Esperanto, me permito ante todo expresar nuestras gracias más respetuosas a su Majestad Real el Rey Federico Augusto de Sajonia por el gran honor que nos ha hecho al tomar sobre sí la alta protección de nuestro cuarto congreso. Le expreso también el agradecimiento profundo de nuestro congreso a los señores ministros y altas personas eminentes que han tenido a bien formar parte de la presidencia honorífica y comité de honor de nuestro congreso. Les doy también las gracias a todos los países que han enviado a nuestro congreso delegados oficiales, y a los cónsules de otros países que nos han honrado con la representación de sus países en nuestra reunión abierta. Ahora por primera vez nuestro congreso aparece bajo la sanción oficial de un gobernante y un gobierno -estoy seguro de que los esperantistas apreciarán la gran importancia de este hecho- , espero que será el comienzo de una época nueva en que nuestra idea dejará de ser la fatiga de sólo personas particulares, y se convertirá en una importante tarea para los gobiernos del mundo.

En nombre del Cuarto Congreso Mundial saludo a la tierra sajona, que ha dispuesto para nosotros -sus invitados, hijos de los países y pueblos más diversos- un hermoso acogimiento en su mismo centro, en su famosa capital cultural. Expreso nuestras gracias cordiales al gobierno de Sajonia y principalmente al ayuntamiento de Dresde, por lo que han dado a nuestro congreso y por el saludo que nos han hecho llegar por sus estimados representantes.

Participantes en Dresde. Finalmente expreso, ciertamente en nombre de todos los esperantistas, nuestras gracias de corazón a nuestros camaradas alemanes y ante todo a nuestro Cuarteto para el Cuarto, que acometieron la difícil tarea de preparar nuestro congreso justamente en este año, cuando existían tantas dificultades, y que, gracias a su gran generosidad, dispusieron todo de la mejor manera y escribieron por tanto una página muy importante en la historia de nuestra causa.

Alemania, la tierra de los filósofos y poetas, que ha fue una vez centro de humanistas, tiene para nuestra idea un significado especial porque en esta tierra, gracias al mérito inolvidable del pastor Johann Martin Schleyer, nuestra idea recibió su primer desarrollo y primer impulso potente hacia adelante. Alemania por lo tanto es la cuna de la idea de la lengua internacional. Nosotros, especialmente los esperantistas, también tuvimos en Alemania nuestros primeros luchadores importantes: Einstein y Tromperter. Es verdad que después de cierto tiempo nuestra idea en esta tierra parecía totalmente muerta; pero en los últimos años ha revivido de nuevo, y tenemos la esperanza plena de que después de este congreso, cuando los alemanes sepan de nosotros más de cerca y se convenzan por sus propios ojos y orejas, que no somos fantasiosos teóricos, nuestro asunto aquí florecerá de nuevo con no menos potencia que en otros grandes países, y que en la causa común de todas las personas Alemania pronto ocupará uno de los lugares más honorables.

¡Queridos compañeros!

En el curso del último año en nuestra causa han ocurrido hechos que han intranquilizado durante algún tiempo al mundo esperantista. Ahora todo se ha tranqujilizado de nuevo. Nuestro árbol, del que hablé en Cambridge, en el año pasado mostró con la mayor convicción toda su fortaleza y salud, porque a pesar de todos los ataques inesperados que en el curso de algún tiempo causaron mucho ruido, el árbol ha conservado toda su potencia y ha perdido apenas muy pocas hojas. A pesar de los ataques ocultamente preparados y rápidamente desarrollados, que no dieron a nuestros soldados el poder orientarse correctamente e intercomunicar, todos ellos se mantuvieron fuertes en sus lugares particulares contra todos los embates, y sólo muy pocos se dejaron captar por palabras expertas. Sobre los hechos ocurridos podríamos por lo tanto pasar en silencio al orden del día. No obstante, para guardar a nuestros futuros luchadores de sorpresas parecidas, me permitiré decir algunas palabras sobre ese tema. Del tiempo pasado extraigamos la enseñanza para el tiempo futuro. Han pasado ya exactamente treinta años desde el momento en que el Esperanto apareció por primera vez ante un pequeño círculo de amigos; han pasado ya veintiún años del momento en que el Esperanto apareció públicamente ante el mundo. Muy débil era al principio; cada pequeño soplo podía zarandearlo y matarlo. Cada buena palabra del individuo más insignificante o de la revista más pobre daba a nuestros pioneros esperanza y valor; cada palabra de ataque les causaba dolor. Cuando hace veinte años la Sociedad Filosófica de América quiso tomar el asunto de la lengua internacional en sus manos, fue para el autor del Esperanto una autoridad tan alta e inalcanzable, que él, que aún tenía el derecho de disponer del Esperanto, decidió inmediatamente ceder todo a las manos de esa sociedad, porque, al faltarle toda la experiencia, entonces no conocía todavía la gran diferencia entre la teoría y la práctica.

Por suerte la empresa de la Sociedad Americana no prosperó. Utilizo la expresión por suerte porque efectivamente ahora, cuando ya tengo la experiencia, es una cosa absolutamente indudable que si la empresa de aquellos teóricos hubiese durado algo más, toda la idea de la lengua internacional ya estaría desde hace mucho tiempo totalmente desacreditada y enterrada para siempre, o al menos para mucho, mucho tiempo.

Nuestros pioneros trabajaban, y la cosa crecía. Pronto nosotros cada vez más adquiríamos el convencimiento de que debíamos esperara de los teóricos muy poco bien para nuestra causa; que todas las alabanzas y críticas de las personas marginales tenían para nosotros sólo una importancia muy pequeña; que deberíamos fiarnos sólo de nuestras propias fuerzas, nuestra propia paciencia y constancia; que el mundo vendría a nosotros sólo cuando viese en nosotros fuerza, cuando viese que no palpábamos la obscuridad, que no perdíamos hoy lo que habíamos adquirido ayer, que nuestro camino estaba expedito y recto y que nosotros no nos perdíamos. Pero no llegamos a esa convicción fuerte por un camino. En la primera época, al ver que nuestra causa progresaba muy despacio y con tanta dificultad, muchos esperantistas pensaban que la causa de ello estaba en nuestra propia lengua, así que si le cambiásemos algún detalle, el mundo afluiría en gran cantidad. Entonces llegó el periodo de la gran exigencia de reformas. Por suerte este periodo no duró mucho. Los esperantistas pronto se convencieron de que llegar un común acuerdo sobre la esencia de las reformas común que contentase e hiciese callar a todos era absolutamente imposible, y que el mundo exterior, por el que los reformistas se preocupaban, era totalmente indiferente en lo concerniente a si éste u otro detalle tiene en nuestra lengua ésta u otra forma; y de que con las reformas lo único que se conseguiría sería perder lo que ya habíamos adquirido, y no ganaríamos absolutamente nada. Entonces los esperantistas decidieron firmemente no hablar más de reformas. Algunos descontentos -muy pocos- abandonaron el Espernato y junto con algunos no esperantistas que se tenían por altamente competentes en el asunto de la lengua internacional, comenzaron entre ellos la discusión interminable de los diversos detalles lingüísticos, y están aún en el mismo punto en que comenzaron hace catorce años. Todos los demás esperantistas se agruparon en plena armonía alrededor de su bandera constante, que había realizado desde aquel momento una larga marcha hacia adelante.

Desde el momento en que los esperantistas dejaron de hablar sobre reformas, comenzó para el Esperanto un periodo cada vez más brillante. En el principio, bajo la presión de muchas dificultades exteriores, progresamos muy lentamente y con dificultad. Pero bajo la influencia de nuestra plena armonía interna y nuestra marcha firme hacia adelante, nuestra fuerza no dejó de crecer. Ahora hemos alcanzado la potencia con la que muchos de nosotros hace diez años no nos atrevíamos a soñar, y si marchamos como hasta ahora con la misma armonía, ninguna fuerza del mundo nos hará detenernos en nuestra marcha, y alcanzaremos plenamente nuestro objetivo. Cada hora crece el número de nuestros partidarios, cada día se agranda el número de nuestros grupos. Nuestra literatura crece tan continua y rápidamente que muchas naciones pequeñas ya nos pueden envidiar. El uso práctico de nuestra lengua crece cada vez más. Hace todavía no tanto tiempo la gente se callaba cuando estaba con nosotros, y luego se burlaba de nosotros., ahora ya se nos respeta como a una gran potencia. Incluso nuestros principales contrarios, que hace no mucho nos miraban desde arriba, ahora gritan alarma.

Nuestra lengua misma constantemente se enriquece y flexibiliza. Poco a poco aparecen nuevas palabras y formas, unas se fortifican, otras cesan de utilizarse. Todo se hace en calma, sin sacudidas e incluso sin notarse. En ningún lado se ve la diferencia entre nuestra lengua y la de los diversos países, y cuanto más expertos se hacen los autores, tanto más se parece su uso de nuestra lengua, a pesar de la gran lejanía de sus lugares de residencia. En ningún lugar se rompe o deteriora la continuidad entre la lengua antigua y la nueva, y a pesar del hecho de que nuestra lengua se desarrolla fuertemente, todo nuevo esperantista lee las obras de hace veinte años con la misma facilidad que el esperantista de entonces, e incluso no se da cuenta de que esas obras no se han escrito ahora, sino en el primer periodo, el periodo infantil, de nuestra lengua.

Nustra causa marcha hacia adelante regular y tranquilamente. El momento de los juicios teóricos y de inclinarse ante las aparentes autoridades ya ha pasado. Si alguien ahora expresa su opinión o consejo sobre el Esperanto, ya no se pregunta uno si es una persona de gran fama o no, sino que se pregunta si sus consejos están conformes a las necesidades naturales y la marcha natuarl de nuestra lengua o no. Si alguna lumbrera en plena ignorancia de nuestro asunto expresa alguna de las insensateces que ya hemos oído antes, por ejemplo que una lengua artificial es una utopía, que los esperantistas no se entienden entre sí, etcétera, o si, olvidando que el estado actual del Esperanto y el terrible ejemplo de la Academia del Volapük, exige que rediseñemos toda la lengua según su receta teórica, entonces nosotros, los esperantistas, le oímos con indiferencia y proseguimos nuestra marcha.

No digo todo esto por orgullo de nuestra fortaleza: ninguno de nosotros tenemos el derecho a estar orgulloso, pues nuestra fortaleza no es el mérito de nadie en especial, sino que es sólo el resultado del trabajo paciente de muchos años de muchas personas. He querido llamar vuestra atención sobre el hecho de que en nuestra causa todo se puede conseguir sólo por la armonía y la constancia. Si no nos guiase una constancia férrea, nuestra lengua no existiría desde hace mucho tiempo, y las palabras lengua internacional sería ahora motivo de burla para la gente.

El largo y difícil batallar nos ha endurecido, y no sólo las voces de algunas personas, sino incluso la presión de alguna gran potencia no podrían hacer desviar a los esperantistas de su camino claro y recto. ¿Cuál es, pues, la causa de que en el año pasado en nuestras tiendas de pronto hiciese ese gran viento que durante un momento amenazó traernos tanto mal? ¿Cuál fue aquella gran fuerza que por un momento nos sumió en una confusión inesperado en nuestro medio? Ahora que todo eso se ha aclarado, podemos confesar que no fue ninguna potencia extraordinariamente grande, se trató simplemente de algunas personas -muy pocas-, pero lo peligroso de su ataque consistió en que no vino abiertamente desde el exterior, sino que estuvo ocultamente preparado y total e inesperadamente preparado desde nuestro propio campamento.

Es historia, de la que no quiero hablar. Ahora quiero decir sólo lo siguiente: todos nosotros somos representantes de la idea de la lengua internacional, hagamos con ella lo que queramos, pero actuemos honradamente y recordemos que por nuestros hechos nos juzgará severamente la posteridad. Recordad que el Esperanto no es la propiedad de nadie, que los esperantistas tienen el pleno derecho de hacer con él lo que quieran, mientras que lo hagan sin doblez, lealmente y en pleno acuerdo. Ahora para guardar a nuestra lengua contra la anarquía por parte de algunos, nuestra lengua dispone de personas competentes elegidas imparcialmente y que constituyen un Comité Lingüístico que, sin depender de ningún amo, tienen el pleno derecho y plenos poderes para explorar y presentar para la aprobación del conjunto de los esperantistas todo lo que quieran. La Declaración de Boulogne nos prohíbe ahora que ninguna persona particular rompa la lengua arbitrariamente. El Comité Lingüístico se creó para vigilar la extremadamente necesaria continuidad de nuestra lengua. Si alguno de vosotros encuentra que deberíamos hacer esto o lo otro, que presente su deseo al Comité Lingüístico. Si ese comité os parece demasiado conservador, entonces recordad que no existe para que se cumplan los caprichos de algunas personas, sino para proteger los intereses de todos los esperantistas, que es mejor que el comité haga demasiado poco a que dé un paso con ligereza que pueda complicar nuestra causa. Ya que todos vosotros confesáis que la esencia de nuestra lengua es adecuada y que sólo se puede discutir sobre detalles, por eso todo lo bueno y lo efectivamente necesario puede hacerse de forma leal, en armonía y en paz.

Las personas que quieren imponer a todos los esperantistas sus deseos dicen ordinariamente que tienen las mejores ideas, que la mayoría de los esperantistas ciertamente aprobarían, pero que algunos jefes no quieren escucharles y que no les permiten presentar sus ideas para examinarlas. Esto no es verdad. Sabéis que según la nueva orden que ha aceptado por votación común nuestro Comité Lingüístico, cualquier persona no sólo tiene el derecho a presentar al Comité su propuesta, sino que si dicha propuesta tiene el menor signo de seriedad, si entre los cien miembros del Comité la propuesta ha alcanzado la aprobación de cinco personas, eso es suficiente para que el Comité Lingüístico esté obligado a examinar esa propuesta. Veis pro lo tanto que nadie se puede quejar de que no se le escucha o que los jefes presentan a votación sólo lo que ellos quieren.

Si algunos dicen que se debe romper con todo abruptamente, si con todas fuerzas y por todos los medios se intenta poneros malcontentos, si de la vía de la severa unidad, de la única vía que nos puede conducir a nuestro objetivo se os quiere alejar, entonces ¡guardaos!, entonces sabed que eso conduce al desorden de todo lo que muchos miles de personas han conseguido para la gran idea para toda la humanidad con el trabajo paciente de muchos años.

He terminado. Perdonadme el tema desagradable que he elegido. Es la primera y espero que también la única vez de la historia de nuestros congresos. Y ahora olvidemos todo; comencemos la gran fiesta a la que hemos venido de diversas tierras del mundo; pasemos alegres nuestra semana grande anual de la fiesta puramente humana. Recordemos de nuestros congresos sólo aquello que son el prólogo de ejercicios y educación para la historia de futura humanidad fraternal. Para nosotros son importantes no los detalles baladíes exteriores de nuestra lengua, sino toda la esencia, la idea y objetivo, por eso ante todo debemos preocuparnos de la convivencia ininterrumpida, del crecimiento imparable. Grande es la diferencia entre el hombre-niño y el hombre-adulto; grande quizá será la diferencia entre el Esperanto actual y el Esperanto evolucionado de dentro de muchos siglos; pero gracias a nuestro cuidado diligente, la lengua vivirá fortalecida, a pesar de todos los atentados, el espíritu se fortalecerá, todo objetivo será alcanzado, y nuestros nietos bendecirán nuestra paciencia.

Dresde, 17 de agosto de 1908.

Luis Lázaro Zamenhof

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