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En Esperanto

Discurso de L.L. Zamenhof ante el Séptimo Congreso de Esperanto
en Amberes, Bélgica,
el 21 de agosto de 1911

Como introductor tradicional de los congresos me permito expresar en nombre de todos los congresistas nuestras gracias respetuosas y sinceras a su Majestad Real el Rey Alberto La regxo Albertopor el gran honor que ha hecho a nuestra causa al tomar sobre sí la protección de nuestro congreso. Espero expresar el deseo de todos los congresistas al proponer que le enviemos telegráficamente nuestro saludo plurirracial al rey del país que nos acoge, y nuestras gracias a nuestro más alto protector. Expreso también en nombre de los congresistas nuestras gracias de corazón al Ayuntamiento de Amberes, que afablemente nos han brindado su ayuda y apoyo moral. Finalmente, expreso nuestras gracias más cordiales a los compañeros belgas que han preparado nuestra fiesta con tanto trabajo y preocupación. También utilizo la ocasión de nuestra fiesta para invocar en vuestra memoria el nombre de hombre que tiene un importantísimo mérito en nuestra causa. El prelado Martin Schleyer, cuyo nombre todos vosotros conocéis muy bien, el autor del Volapük, que celebró hace poco su octogésimo cumpleaños, y sería imperdonable que no utilizáramos la ocasión de nuestra reunión general para expresarle los sentimientos que tenemos hacia él. Él es el verdadero padre de todo el movimiento de la lengua internacional. Antes que él nadie había soñado sobre una lengua internacional: se había intentado trabajar en ello, pero eran sólo esbozos teóricos, pálidos fantasmas incorpóreos de las regiones de los sueños. Él fue el primero que se dijo: por la lengua internacional no hay que soñar sino trabajar; mientras todo dormía a su alrededor, él fue el primero que creó de una forma práctica el movimiento de la lengua internacional. El Volapuk no fue vencido por el Esperanto, como muchas personas piensas erróneamente; pereció por sí mismo en una época en que el tranquilo y nada rebuscado Esperanto trabajador era aún demasiado débil para vencer a nadie; no pereció debido a su extraño sonido o por otras causas parecidas, pues a todo se puede uno acostumbrar, y lo que ayer parecía idioma salvaje de la gente más bárbara, poco a poco se convierte en una lengua rica, elegante y oportuna. El Volapuk pereció principalmente debido a un grave error que tenía, desgraciadamente: la absoluta falta de evolución natural: con cada nueva palabra o forma la lengua debía depender constantemente de las decisiones de una persona o de un grupo de personas no demasiado bien avenido. Como sobre un tronco plantado en la tierra no pudieran crecer nuevas ramas y hojas, sino que debiesen ser esculpidas y pegadas a él. Si no hubiese existido este error, que desgraciadamente no se pudo corregir, el Volapuk nunca hubiese perecido y todos nosotros seguramente ahora estaríamos hablando en Volapuk. Pero ese desgraciado error que causó la falta de talento y de diligencia, así como la publicación precipitada de la lengua sin haber experimentado maduradamente lo suficiente, errores que hicieron perecer el Volapuk, en modo alguno disminuye el mérito de su autor, que hizo estremecer al mundo por primera vez con nuestra idea; los grandes méritos de Schleyer en la historia de la lengua internacional jamás desaparecerán. Os propongo que con ocasión de la fiesta de Schleyer telegrafiemos en nombre de toda la esperantidad nuestra felicitación de corazón, nuestras gracias por su gran trabajo y nuestro deseo de que viva muchos años y tenga la conciencia de que el fruto de su trabajo jamás perecerá.

Los herederos de Schleyer. ¡Queridos amigos! Estoy frente a vosotros hoy sin esperanza. Porque durante la última época el estado de mi salud ha sido muy malo, había decidido no viajar al congreso este año. No obstante, en el último momento tuve que cambiar mi decisión, pues noté que el proyecto que se presentaba para discutir en el Séptimo Congreso no se había comprendido bien por todos y quizá necesitase aclaraciones por i parte. Por eso no os extrañéis que no haya preparado un discurso para vosotros sobre algún tema especial, sino que toque sólo con algunas palabras la cuestión cuya discusión os propongo durante el congreso. No anticiparé vuestra decisión a favor o contra el proyecto a discutir, quiero sólo decir algunas palabras generales para motivaros a prepararos bien y sin partidismos para las discusiones inminentes.

Existen en nuestra causa cuestiones que pueden resolverse no por alguna persona determinada, ni por una asociación nacional determinada, ni tampoco por alguna institución determinada, sino sólo por toda la esperantidad: por ejemplo, las cuestiones sobre nuestro Comité Lingüístico, Comité Constante de Congresos, etcétera. Si alguien quiere hacer alguna sugerencia sobre la acción interna de esas instituciones, puede presentar sus propuestas a los directivos de dichas instituciones; pero si se trata de quejas, si se exige una reorganización, substitución o incluso desaparición de esas instituciones, entonces, ¿a quién se debe uno dirigir? O si aparecen algunas preguntas que conciernen a todos los esperantistas, pero no pertenecen ni al Comité Lingüístico ni al Comité de Congresos, entonces ¿quién tiene el derecho de resolverlos? En su vida privada cada persona o grupo o asociación es evidentemente libe y puede actuar como quiera o pueda; pero sobre todas las cuestiones, dudas o empresas que se refieren a la causa esperantista, es incuestionablemente necesario que tengamos la posibilidad de saber siempre la verdadera opinión o deseo de todos los esperantistas. El Esperanto todavía no está en ese estado feliz en que podamos todos sacarle provecho, sin preocuparnos del bienestar de la propia causa: debemos durante largo tiempo seguir propagándolo, haciéndolo crecer, defendiéndolo contra sus enemigos; pero no tenemos la posibilidad de hacer consultas regularmente, o si nuestras consultas, que no se hacen de una forma ordenadamente parlamentaria, no tienen valor moral para los esperantistas, pareceremos un organismo sin cabeza y sin manos, no podremos emprender nada, nos quedaremos inmóviles y habrá querellas entre nosotros mismos.

No quiero en este momento defender el proyecto del que hablaréis vosotros en los próximos días. Puede ser que el proyecto tenga grandes errores que vuestra discusión corrija, es muy posible que todo el proyecto entero se vea que es inaceptable y entonces ùlo veréis enseguidaù no os lo impondré, como jamás os he impuesto nada. Sólo os pido una cosa: lo que quiera que decidáis, que no cerremos el congreso antes de que acordemos de una u otra forma que nos dé la capacidad, al menos una vez al año, de resolver todas las disputas colectivas o dudas en acuerdo leal y conforme al verdadero deseo de todos los esperantistas.

El acuerdo de votación regular y legal que os propongo a vosotros, u otro acuerdo similar, que posiblemente resulte de vuestra discusión, no será una nueva institución y pro sí mismo no cambiará la marcha de nuestro asunto, pero nos dará la fuerza del orden y de solidaridad. Las instituciones que hemos creado o que creemos en el futuro, dejarán de tener el carácter de algo privado que nadie apoya y que muchos atacan. Tendrán el derecho de decir a los esperantistas: si somos buenos, respetadnos y apoyadnos, si somos malos, reorganizadnos o abandonadnos. Todo esperantista sabrá a qué alta instancia debe dirigirse si algo en los asuntos esperantistas comunes no le gusta, y dejará de dirigirse constantemente a mí, que hoy vivo pero que mañana puedo no vivir, y que no tengo ni derecho ni deseo de resolver todas las disputas por mi propia decisión.

Comencemos nuestra fiesta y también nuestros trabajos, a los que dedicaremos nuestra plena atención y apartidismo. Si de nuestros trabajos resulta la introducción de un orden preciso en nuestra causa, entonces el Congreso de Amberes será uno delos más importantes de todos nuestros congresos. Esperemos eso. Que todos nosotros tengamos la firme decisión de ayudar con todas las fuerzas a la introducción del orden y de expulsar la discordia de nuestra causa. Con esa firme y solemne decisión en el corazón gritemos: ¡viva, crezca y florezca nuestra causa!

L.L. Zamenhof

Tajpita de HIROTAKA Masaaki (1992-08-12)
Hotolomita de Jesuo de las Heras (1996-07-11)


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