Conferencia pronunciada el día 8 de noviembre de 1997 en el Casino de Murcia, Sala Rosa, con motivo de la Feria del Libro organizada por la Asociación de Libreros de Murcia.


Advertencia importante

El Síndrome de Babel,
Conclusiones sobre una enfermedad social

Buenas tardes, señoras y señores. Gracias por haber venido a escuchar mi locución sobre un tema que afecta de una forma particular al mundo del libro, y por lo tanto pertinente dentro de la semana Cultural de la Feria del Libro que organiza la Asociación Gremial de Libreros de la Región de Murcia.

Como sabemos todos, sindromé significa en griego concurso, y es una palabra que se utiliza en medicina para definir al conjunto de síntomas que caracteriza a una enfermedad, de modo que definiendo cada uno de ellos, se puede definir la enfermedad en cuestión. Yo les voy a hablar del síndrome de Babel, enfermedad social clasificada entre las neurosis por el psicólogo suizo Claude Pirón.

Pero, ¿por qué de Babel? Veamos lo que nos dice sobre esta palabra el Libro de los libros, es decir, La Biblia. En el capítulo 11 del Génesis, versículos 1 a 9 leemos:

Toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas palabras. Sucedió, pues, que al emigrar del Oriente encontraron una llanura en la región de Sinaar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: ea, hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego. El ladrillo les sirvió de piedra y el asfalto de argamasa. Después dijeron: Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide esté en los cielos, y nos crearemos un nombre para no dispersarnos sobre la superficie de toda la tierra. Entonces bajó Yaveh para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres, y Yaveh dijo: he aquí que todos ellos forman un solo pueblo y tienen una sola lengua y éste es el comienzo de su empresa. Ahora, pues, nada les detendrá de ejecutar todo lo que proyecten. Bajemos, pues, y allí mismo confundamos su lengua para que no se escuchen unos a otros. Y desde allí Yaveh los dispersó sobre la superficie de toda la tierra y cesaron de edificar la ciudad. Por esto se le llama con el nombre de Babel, porque allí confundió Yaveh la lengua de toda la tierra, y de allí los dispersó Yaveh sobre la superficie de toda la tierra.

Esto es lo que nos dice La Biblia, la verdad absoluta para mil millones de seres humanos. Sin embargo, cualquier sacerdote de hoy en día diría que esto no se debe tomar al pie de la letra, pues es un lenguaje figurado, apropiado para la mentalidad semítica, para la que fue escrito originalmente. Consideremos, pues, este relato desde cuatro puntos de vista; veamos brevemente cuatro interpretaciones diferentes:

  1. Un teólogo: «Dios, simbolizado por el Cielo, llama al hombre ante sí. Pero Dios es amor, sencillez, afecto, comprensión, unión en el respeto a las diferencias. El hombre tiene una vocación que le impulsa hacia lo más alto, pero no puede realizarla más que con un espíritu de orgullo o rivalidad (los comentaristas consideran generalmente que los hombres quieren obtener el Cielo, no para descubrir a Dios y tratar con Él en un clima de afecto recíproco, sino para ocupar su lugar). Si el hombre se deja encandilar por esas tentaciones, pervierte su vocación e introduce la discordia, pues Dios es la concordia».

  2. Un Marxista: «El mito de Babel revela la fuerza de la unión y el miedo que tienen de ella los que han tomado el poder y se han puesto por encima de los otros. El «Señor» representa aquí a las clases explotadoras que tiemblan al ver que la unión de las clases explotadas amenaza con provocar una inversión del poder. Como lo que temen es la unión, las clases dirigentes crean la confusión. Por medio de sus manipulaciones y desinformaciones impiden unirse a las fuerzas liberadoras. El idioma forma parte de la superestructura, es un arma, como demuestra la función de discriminación social que ejerce la ortografía en Francia, las diferencias de pronunciación en Inglaterra, el empleo de las lenguas en el mundo. ¿Es casualidad que los que saben inglés en España no pertenecen nunca —por así decirlo— a la clase obrera, al proletariado? El mito bíblico es una manipulación destinada a mantener a las fuerzas productoras en la resignación, abajo, con una amenaza: si intentáis llegar al nivel dirigente, sembraré la confusión en vuestras filas y os sentiréis ridículos».

  3. Un capitalista: «Este relato expone bajo una forma mítica lo absurdo que es querer llevar a los hombres al paraíso en la tierra, como han querido hacer los comunistas. Si se lanza uno a una empresa ambiciosa sin un estudio previo, sin análisis de la relación eficacia/coste, llega un momento en que hay que dar marcha atrás: la incomprensión y las disensiones se instalan entre los que invierten sus fondos o competencias y los que han creído poder ignorar las leyes de la realidad. El cielo no es un techo que una torre pueda alcanzar. La Unión soviética de ayer ilustra este mito, ha pretendido llevar a la gente al mañana que cantan sin tener en cuenta las realidades humanas y económicas. Resultado: el tejido social se ha desgarrado. Los habitantes de este antiguo gran país ya no hablan el mismo idioma y la construcción se detiene, en una confusión increíble».

  4. Un psicoanalista: «¿La Torre de Babel? Eso está relacionado con el Complejo de Edipo. La erección de una torre..., sabemos de qué proviene. El muchacho quiere alcanzar el (séptimo) cielo que conocen su padre y su madre. La confusión es lo que siente cuando se imagina cogido por su padre en flagrante delito. [...] De golpe la erección de la torre se interrumpe. En el fondo la historia de Babel tiene conexión con los fantasmas de la castración. Si se intenta erigir una torre para llegar al placer del cielo ...¡zas! «Él» nos la corta, porque somos culpables. Puede que por eso a las chicas se les da mejor los idiomas que a los chicos. Ellas no se sienten rivales de un padre peligrosamente potente».
Ya hemos visto de dónde viene el nombre de la enfermedad. Ahora vamos a describirla. Es una enfermedad social, es decir, no la padece una persona individual, sino la sociedad entera, aunque esté compuesta por individuos completamente sanos en su totalidad. El caldo de cultivo de esta enfermedad lo forman una serie de factores a los que no son ajenos el lugar común, la desinformación crónica, la falta de debate serio y sosegado, así como la delegación inveterada de la opinión propia en la de los expertos más o menos profesionales.

Pero primero describamos los síntomas a los que he aludido antes, y luego describiremos someramente los intentos de tratamiento y curación de esta extraña enfermedad social.